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Las instituciones que proporcionan ámbitos de sociabilidad están formadas por complejas redes de relaciones e interacciones simbólicas que regulan la mayoría de las acciones de los intérpretes involucrados en un determinado grupo.
Según Rodolfo Iuliano, “La participación en un determinado club social, alguna práctica o en algún circuito de esparcimiento, en definitiva, en los espacios de sociabilidad de la “alta sociedad”, permite a sus integrantes reconocerse, identificarse y distinguirse, estableciendo gustos exclusivos y barreras de admisión que garantizan su posición de status”.
Si bien es cierto que diversos actores de los lugares visitados con objeto de llevar adelante la presente investigación –por caso el Club de Golf de Estudiantes de La Plata o el Club Hípico y de Golf de City Bell – niegan la selectividad de las instituciones para la admisión del público al que cobijan, bregando por una supuesta “popularización” contemporánea de la práctica del golf, los mecanismos de selección allí operantes, como el pago de cuotas de ingreso o mensualidades, amén de los costos del equipamiento -en muchos casos privativos-, no parecen continuar la línea declaratoria de personal administrativo ni dirigentes de ambos institutos.
Para ser admitido para la práctica de esta disciplina en Estudiantes de La Plata, por caso, se debe efectuar el pago de una cuota de ingreso anual de 3.000 pesos, además de abonar mensualmente la cuota societaria del club que asciende a los 55 pesos mensuales promedio. Además, para obtener “Hándicap”, que es una matrícula a nivel nacional que permite entrar en cualquier competición y poder pisar alguno de los hoyos del recorrido de la cancha, cualquier individuo debe ser recomendado especialmente por un socio de la institución y aprobar exitosamente la prueba de aptitud que requiere esta situación.
Según Germán Valverdi, empleado administrativo del club de City Bell, allí: “Se organizan torneos todos los fines de semana y los días feriados. Siempre desarrollados por sponsors y se compite por un ranking al que se lo denomina “de la Zona Sur” en donde compiten jugadores pertenecientes a una región determinada”.
El socio abona para la inscripción a los torneos 35 pesos y los invitados pagan 150. “La particularidad del campo del Country es que es el único de la región que tiene tres canchas. Ninguno de los otros (San Facundo, el Club Hípico y Grand Bell) las tiene. Son canchas de nueve hoyos que es el mínimo que te exige la asociación para poder jugar”, afirmó Valverdi que trabaja allí desde hace ya cuatro años.
No es menor el costo de mantenimiento del césped de cada uno de los recorridos que se pueden realizar por el lugar. El sostenimiento de la infraestructura es oneroso, y esto responde a que, por ejemplo, las semillas utilizadas para la siembra son importadas. También lo es la maquinaria. Una “Greenera” (utilizada para el corte del césped de lo que se denomina el “Green”, que es la zona que está delimitada específicamente para que esté ubicado el hoyo) tiene un costo aproximado de 10.000 dólares. Cualquiera de los elementos tecnológicos que de los que se sirven para el mantenimiento del campo son adquiridos en la moneda estadounidense.
Además, para albergar a una gran cantidad de asociados, la estructura interna de funcionamiento de la institución tiene que estar preparada. Veinte empleados, agentes de seguridad, profesores, ayudantes y personal administrativo integran el equipo de trabajo que el Club Estudiantes de La Plata pone a disposición de sus coligados. La actividad se desarrolla todos los días de la semana menos los lunes.
Según Valverdi, y de acuerdo a lo que observa día tras día en las instalaciones del club, hoy día el golf es un deporte más popular que otrora: “Las mujeres ya lo practican desde hace un tiempo, antes era sólo un deporte de hombres. Además hace unos años se tenía que tener una cierta cantidad de dinero para practicarlo. Ahora no. También actualmente hay academias, que antes no existían, y allí es muy grande la cantidad de niños, mujeres, y hasta personas de la tercera edad que lo practica. Nosotros acá contamos con profesores todos los días de la semana y se dan clase en distintos horarios todos los días”.
En el Club Hípico y de Golf de City Bell, los valores son similares a los expuestos en el caso anterior. Para conseguir el “Hándicap” se deben abonar 400 pesos por mes llevando la cuota anual aproximada a los 4.000. Además, la cuota social es de 80 pesos y a estas cifras se suma la cuota mensual de mantenimiento de cancha de 250. Todo esto, habilita al uso del campo de juego todos los días del mes con acceso irrestricto.
Una vez sorteada la etapa de la admisión, el equipamiento básico para poder iniciar la práctica es el paso siguiente. Héctor Escorza, miembro de la Comisión Directiva del Club, y a la vez integrante de la subcomisión de golf explica con cuánto dinero se debe contar para poder adquirir una bolsa con palos: “Un equipo de golf promedio, completo, que no es ni de los más caros ni de los más baratos, saldrá unos 1.000 dólares. La gente piensa que el golf es un deporte caro, y nada que ver”.
Existe una cuestión bien particular que define al grupo de afición que tiene la oportunidad de realizar la práctica en este lugar. Los jugadores más avanzados y más “caracterizados” del “Hípico” han canalizado una idea que claramente muestra los lazos identitarios que se generan en torno a la actividad. Y que también definen, con claridad, que hay un fenómeno clasista tras la condición particular: “Hoyo 19”es un grupo de 20 personas que se dedican no sólo a la práctica deportiva en el lugar. También organizan viajes a lo largo y ancho de todo el mundo para poder jugar golf en los sitios más paradisíacos del globo.
Es evidente que más allá de la palabra de los propios protagonistas, ciertos rituales comprendidos en la práctica del golf –por ejemplo la recomendación especial de un socio de un club para un novato, o la aparición de “grupos”- refleja y determina la inculcación implícita de un ethos de clase que opera legitimando cierta posición de privilegio. Esto se reafirma en la palabra de Andrés Wodzak, Secretario General de la Asociación Argentina de Golf (AAG) sobre el equipamiento a utilizar en el juego: “Se deben utilizar Zapatos adecuados y lo que indiquen las reglas de etiqueta de cada club. Por supuesto, es un deporte de mucha tradición y seguramente no podrás jugar con ojotas, shorts y musculosas”.
Un tema que apareció recurrentemente en todas las charlas que se mantuvieron con jugadores aficionados, aunque con diferente signo en el tipo de enunciación, fue el de los vínculos sociales que se establecen a través de la práctica de la disciplina. Ninguno de los entrevistados ocasionales dedica sus horas a la práctica profesional. Más bien son “golfistas de fin de semana” que no se entrenan ni buscan aprender un golf integral sino que lo hacen por la necesidad de relacionarse.
Es el caso de Daniel Rivero, ex jugador de fútbol, que llegó al golf empujado por clientes de su actividad privada que lo practicaban: “Empecé a jugar con ellos en un club japonés y me fue bárbaro, a nivel negocios, a nivel de amigos fue fabuloso” y agregó: “yo me fui enganchando y después querés pertenecer a un grupo de gente en el que si no jugás bien, no podes estar. Además también se juegan muchos torneos interempresas, de empresas que son patrocinantes a donde te invitan y te encontrás en un grupo de 60 personas de los cuales conoces 20, y eso te da la posibilidad de poder hacer algunos negocios”.
Puede parecer extraño pensar en el golf como un deporte que vaya más allá de la diversión y el relajamiento y considerarlo como un incentivo de negocios o promotor de la productividad en una empresa. Curioso, pero sí, lo es. La relación entre golf y negocios existe y además es fructífera.
Según un estudio de la Universidad Camilo José Cela, de Madrid, la práctica de golf relaja a las personas y les permite olvidar las preocupaciones de la oficina: una ronda de golf implica estar al aire libre por lo menos cuatro o cinco horas, caminar a paso rápido por lo menos seis o siete kilómetros, todo lo cual es excelente para la salud de un individuo.
Así, cuando directivos de distintas empresas se reúnen a jugar, nace en el césped una camaradería y confianza que luego se traslada a terrenos financieros.
Rivero afirma convencido que hoy por hoy el golf es un deporte “popular”. Según él –y permítasenos discurrir con el protagonista en este concepto- con poca plata se puede obtener una membresía en un club y sacar un hándicap: “Antes jugaba el que tenía más o menos un dinero extra. Hoy hacés un sacrificio, y jugás. Tenés un juego de palos más o menos bueno. Es como el auto… vos podés andar en un Mercedes Benz o en un Fiat, y a medida que vas jugando te vas comprando los Mercedes. Un palito de 400 dólares, un palito de 70 dólares… una clase de 100 pesos”.
El problema de la productividad social y económica de la práctica de golf y sus escenas sociables, es un problema analítico que se impone como uno de los nudos medulares de la investigación en torno a los espacios de sociabilidad de los grupos de clase privilegiados.
Palabra autorizada es la de Andrés Wodzak, secretario general de la Asociación Argentina de Golf (AAG), quien aporta una visión más mesurada acerca del efecto de popularización de esta práctica deportiva: “Si bien es cierto que desde los triunfos de Ángel Cabrera en el US Open y el Masters, el golf se ha vuelto más practicado, no pude decirse que hoy por hoy sea una práctica popularizada. La AAG cuenta con un programa de inicio al deporte, articulado por distintos clubes que ofrecen clases gratuitas por cinco semanas con el objetivo que la gente conozca al golf y lo adopte en caso de gustarle. Sin embargo, para lograr la popularidad del hockey, rugby o tenis, por citar algunos ejemplos, aún hace falta mucho tiempo y trabajo”.
Hasta aquí se han presentado una cantidad de argumentos que operan en favor de la clasificación de la práctica del golf como una cuestión selectiva y privativa de las clases más pudientes. La popularidad referida por la mayoría de los protagonistas no parece ir en consonancia con los mecanismos de admisión a los clubes, sobre todo en materia económica.
Sin embargo, existen algunas circunstancias que admiten ser analizadas en este mismo contexto, que proponen un interesante horizonte analítico sobre una posible expansión local del golf.
Aún lejos de la idea primigenia de que éste es un deporte extremadamente refinado y que sólo puede ser practicado por las clases altas, pero sin dejar a un lado que dentro de esta nueva noción de “relativa popularización”, no están ausentes los ejecutivos de alto rango, aparece en nuestra ciudad una institución joven y sin tanta tradición como las anteriormente descriptas, que pretende insertarse como una nueva alternativa a estas.
Driving Range La Plata es el primer establecimiento pedagógico en la ciudad con métodos de enseñanza vanguardista y tecnología de primer nivel volcada al desarrollo físico y técnico del jugador, orientada también al desarrollo personal y psicológico. Su propietario, Cristian Iglesias, sostiene que el golf, en los últimos 15 años se ha ido popularizando de la mano de la fabulosa aparición de Tiger Woods, ejemplo paradigmático de que el golf no es privativo de las clases sociales más estigmatizadas –Woods en sus inicios fue caddie-.
En este sentido Iglesias tiene una idea muy clara acerca de lo que pretende lograr con su academia en la ciudad de La Plata: “Con este proyecto – el nuevo complejo - estamos dedicados a popularizar el golf para que puedan participar todos los niños, adultos y ancianos a un precio accesible”.
“El golf es un deporte educativo para los niños. En la argentina se está abriendo, pero por ahora sólo en las zonas donde viven familias en los countries, que son sitios más cerrados. Nosotros tenemos que trabajar y difundir este deporte en la ciudad para todos. Para que los padres mismos inciten a los niños a practicarlo, ya que se trabaja la psico-motricidad, la educación, el compañerismo, el equilibrio, el sentido del espacio y lo visual; muchos factores que la gente desconoce”.
Dueño de una visión romántica, Cristian Iglesias es un amante de la actividad. El cree que el golf es un deporte aliado con la naturaleza. “El color verde te motiva y te da energía estar al aire libre con el sol.” Sentenció.
Una buena alternativa para poder insertarse poco a poco en el mundo de esta práctica es justamente el “Driving”, algo novedoso en los campos de la ciudad que llego de la mano del emprendimiento de Iglesias. Esta actividad recreativa permite a cualquier persona, por costos “relativamente bajos” adquirir pelotas, palos y “tirar” en lugares de práctica sin la necesidad de tener un “hándicap” que habilite para saltar a la cancha.
Como corolario, es dable reconocer que existe una apertura para que un público un tanto más variado se acerque poco a poco a los campos de golf. Si bien el origen aristocrático / británico del juego se ha perdido, también es claro luego del recorrido expuesto, que lejos está aún de lograr una popularización tal como la que han logrado en el último tiempo en nuestro país el tenis o el hockey sobre césped.
Aún hoy opera, más allá de la distancia temporal, la asimilación de lo inglés que deviene en la creación de círculos selectos de sociabilidad asociado a la “oligarquía local” visto desde la lógica de la sociedad contemporánea.
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